¿Y si todos navegamos en el mismo barco?

por Adán Amajac
¿Alguna vez has tenido la fortuna de toparte en la fila del centro de salud de tu comunidad a la Secretaria de Salud del Estado? o ¿Haz coincidido con el Presidente municipal jugando con sus hijos en el parque que recién inauguró? Sin ser adivino, estoy seguro que tu respuesta es no. Y es que no se necesita tener bola mágica para predecir que quienes se asumen del pueblo, desde siempre han tenido una insana distancia de los ciudadanos. Ello debería de preocuparnos porque la mayor parte del tiempo nuestro contexto está influenciado por lo que los Gobiernos hacen o dejan de hacer. Lo curioso es que quienes toman las decisiones, nunca o casi nunca les toca vivir las consecuencias de estas.
De eso trata el paper titulado “Sujetos Iguales” publicado hace algunos años por el Dr. Claudio López Guerra; un estudio que desde la filosofía política aborda la otra concepción de igualdad que no está tan explorada. Para que un gobierno funcione bien y con justicia, quienes gobiernan deben estar sujetos a las mismas condiciones que quienes son gobernados. Es muy fácil tomar decisiones a la distancia, alejados de la realidad que viven la mayoría; sabiendo que desde la burbuja gubernamental se es inmune.
Aunque la idea central suene muy académica, la lógica es clara; si todos sin excepción, estamos en el mismo barco, todos tendrán la misma motivación para tomar buenas decisiones. Aplicar esta visión en Hidalgo podría transformar nuestra vida pública. Imaginemos que los funcionarios de primer nivel estuvieran obligados por ley a que sus hijos asistieran a escuelas públicas, o que sus servicios médicos fueran exactamente los mismos que los del ciudadano promedio. No se trata de castigar a nadie, sino de alinear intereses. Gobernar con empatía requiere vivir, aunque sea parcialmente, la realidad de quienes se gobierna.
Este principio también nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad ciudadana. No podemos seguir aceptando que la política sea una vía de escape de la vida común. Tenemos derecho a exigir transparencia, cercanía y, sobre todo, coherencia. Si nuestros impuestos financian sus sueldos, ¿por qué no deberían compartir nuestros retos?
La propuesta del Dr. López Guerra no es una utopía. Es un recordatorio de que la democracia no solo se trata de votar cada tres o seis años. Se trata de construir un sistema donde quienes toman decisiones importantes vivan bajo las mismas reglas y condiciones que el resto; en tiempos de escasa credibilidad, este puede ser el camino para construir mayor legitimidad.