Meritocracia, ¿mito o realidad?
Por Adán Amajac
Muchísimas veces he escuchado que el “rico es rico porque trabaja mucho, porque se esfuerza mucho, porque se levanta temprano y está en constante preparación”; cuando es mucho más cierto que “para ser rico, hay que nacer rico”. Así de simple. Todos conocemos a cientos de personas que se levantan temprano, trabajan mucho y se esfuerzan el doble y no logran avanzar en el sueño del progreso, lo que sin duda impacta en el ámbito personal de millones y afianza un pesimismo colectivo. Y es que parece que la famosa meritocracia es un mito muy bien vendido, sobre todo en un país donde según el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, 49 de cada 100 personas que nacen en los hogares del grupo más bajo de la escala social, permanecen ahí toda su vida; es decir, la mitad de los mexicanos que nacen pobres, morirán pobres.
La meritocracia es una idea muy arraigada en muchas sociedades, especialmente en aquellas que valoran el individualismo y la competencia. Este mito sostiene que el éxito de una persona es el resultado exclusivo de su propio esfuerzo, talento y habilidades, y que aquellos que logran más son los que se lo han ganado. Una terrible mentira que de a poco se ha ido develando. Lo que pesa más en la trayectoria y logros de una persona es el entorno en el que crece, su estabilidad económica, las herramientas tecnológicas a su alcance, la alimentación, las escuelas a las que asiste, su acercamiento a la cultura, la región en donde nace y sobre todo las redes de apoyo que su familia ha logrado construir.
Son muchas las variables que influyen en el progreso del individuo. Por eso, acotarlas al esfuerzo y al talento es una salida muy fácil que nos han vendido para responsabilizarnos de lo que alcanzamos. No dudo que cientos de personajes que sobresalen en el mundo empresarial, artístico o político sean brillantes; pero es un hecho que cualquier mexicano llegaría mas lejos si entre sus apellidos destacara el Azacarraga, Slim, Larrea, Baillères, Salinas Pliego o Hank. Tampoco dudo de historias heroicas de mexicanos que sin recursos lograron alcanzar la tan ansiada movilidad social; el problema es que es uno en un millón. Ello los convierte solo en la excepción a la regla.
Ante un panorama tan gris para la mayoría, no se trata de cargarnos de negatividad y decepción por las condiciones en que nos tocó crecer. Se trata mas bien de reconocer las condiciones económicas y sociales en que nos tocó nacer; mientras a los gobiernos les corresponderá impulsar políticas públicas que permitan allegar, a la mayoría de los mexicanos, más y mejores herramientas para poder competir en el mundo laboral y profesional. Porque si bien, el piso nunca estará parejo para todos, bien vale la pena tratar de equilibrarlo. En este juego de movilidad social y “merito”, no es lo mismo subir en elevador del piso 38 al piso 45 de la torre Latinoamericana, que hacerlo desde el sótano y sin escaleras.
P.D. Si usted quiere explorar un poco más el tema hay muchos estudios, artículos y libros. Un buen texto es “La tiranía del mérito” de Michael J. Sandel.