Fue y sigue siendo el Estado: Iguala, militarización y Cienfuegos, la misma raíz.
Columna de opinión por José Sandoval
El cumplimiento de 10 años de impunidad en la desaparición de 43 normalistas de Guerrero y la militarización de la seguridad pública, corren en paralelo en estos días, y no es casual, porque están estrechamente ligadas. Hoy se cumple una década en la que el crimen organizado en coordinación con agentes de seguridad y funcionarios de los tres niveles de gobierno, desaparecieron a los normalistas y otros se ocuparon en encubrir los hechos, hasta sepultarlos tan abajo que sea imposible que algún día se conozca el paradero de los estudiantes, porque su destino final, implica cimbrar las bases del Estado Mexicano en descomposición. Aquellos primeros días en los que los afectados gritaban ¡Fue el Estado!, al paso de los años cobra fuerza y confirma que sigue siendo el Estado el que impide que se conozca exactamente que ocurrió.
El presidente anterior y el presidente actual hacen malabares, para exculpar por anticipado al responsable actual de la seguridad de los mexicanos, y es que el hecho tira las razones de tenerlo en las calles, que el gobierno acepte que fueron ellos, parte del crimen, tira los argumentos en su favor. Pero hay fuertes indicios, que así fue, no solo la policía municipal y el Presidente de Iguala, también la seguridad estatal, la zona militar instalada ahí y funcionarios de todos los altos cargos de los tres niveles de gobierno. En 10 años no se sabe, ni se sabrá, aunque eso conlleve el dolor de los padres, de no saber en donde terminaron sus hijos, pero es también el dolor de todo un país, porque a esos 43 se le suman, decenas de miles que también desaparecen sin saber nunca en donde terminaron. Esta es la otra epidemia, tan o mas dolorosa como la del Covid.
Durante el México, posterior a la Revolución, por estrategia del General Lázaro Cárdenas, a los militares se les relegó de la política, por su proclividad a querer agenciarse el poder por la vía de las armas y levantarse contra el Estado, cuando no veían satisfechos sus intereses personales. Los siguientes sexenios los mantuvieron a raya. El general, los conocía muy bien.
Por décadas el ejército fue visto como la última fila en caso de desastres naturales y contingencias, ayer el Senado aprobó pasarlo a la primera fila, si el ejército falla, como lo ha venido haciendo en el combate a la inseguridad, ya no habrá quien lo supla, ellos suplían a las policías cuando estas eran rebasadas, ahora no habrá quien entre en su lugar en caso de fallar, como viene ocurriendo. Los legisladores decidieron militarizar la seguridad pública del país y elevarlo a rango constitucional. Mas poder a militares, que no pueden ser juzgados por las autoridades civiles, a los militares que desde siempre han cometido abusos y excesos contra la población, sabiendo que nadie los limita. México ya paga la consecuencia de que los militares estén en todas las calles, la violencia en lugar de disminuir, aumenta cada día y la guardia nacional, todos los días se ve envuelta en escándalos de corrupción y abuso.
En este contexto, se cumplen 10 años de la noche en que desaparecieron 43 normalistas provenientes de la escuela de Ayotzinapa, la impunidad de los responsables ya cruza dos sexenios, dos verdades históricas y el encubrimiento del Estado a lo que ocurrió. En su ir y venir los padres de los desaparecidos, siguen luchando por saber en donde terminaron sus hijos, y nadie les quiere decir, el único político que se atrevió a decir que el Ejército estuvo presente en la desaparición ahora es enjuiciado por tribunal militar, Alejandro Encinas.
Vaya a usted a saber parte de que programa mundial es esto, pero el hombre que en campaña, prometió regresar a los militares a sus cuarteles, a lo largo de su sexenio, les entregó las obras públicas, el control de los aeropuertos, las aduanas y los puertos, una aerolínea, y ahora las cupulas militares, son los nuevos ricos de México, con dinero público. Una cosa hay que esclarecer, porque el discurso siempre habla de que son pueblo uniformado, y es una verdad a medias, porque una cosa es la tropa, el pueblo uniformado y otra muy diferente la cúpula empresarial militar que presionó al Presidente para traer al Secretario de la Defensa de Peña Nieto, detenido en EEUU por vínculos con el narcotráfico, y le conminó a condecorarlo como héroe de guerra.
Este poder militar, agigantado durante el presente sexenio coincide con el oscurecimiento de los expedientes de la desaparición de los 43. Fue el Estado, sigue siendo el Estado y seguirá siendo el principal autor material e intelectual, de que nadie pueda saber nunca que ocurrió.