“Rusia y Ucrania: conflicto, intereses y el futuro del orden global”

El conflicto entre Rusia y Ucrania tiene raíces profundas. Tras la disolución de la URSS (1991), Ucrania emergió como Estado independiente, pero su identidad política, osciló entre la influencia rusa y la aproximación a Occidente. La anexión rusa de Crimea (2014) y el apoyo a separatistas en Donbas marcaron un punto de inflexión, consolidando tensiones que derivaron en la invasión a gran escala en febrero de 2022.
Rusia justifica sus acciones bajo narrativas de “protección” a poblaciones rusófonas, rechazo a la expansión de la OTAN y la defensa de intereses geopolíticos históricos. Ucrania, por su parte, enfatiza su soberanía territorial y el derecho a alinearse con estructuras euroatlánticas.
Por su parte, Rusia percibe la posible adhesión de Ucrania a la OTAN como una amenaza existencial, violando supuestos acuerdos informales pos-Guerra Fría. Estados Unidos argumenta que cada Estado tiene derecho a elegir sus alianzas (Artículo 51 de la Carta de la ONU).
Ucrania es punto clave, ya que es corredor para el gas ruso hacia Europa. El control de infraestructuras como Nord Stream o el Mar Negro tiene implicaciones económicas y estratégicas.
La Revolución del Maidán (2014) reflejó un movimiento proeuropeo que Moscú interpretó como un “golpe occidental”, alimentando su intervencionismo, inicialmente buscó un cambio de régimen en Kiev, pero la resistencia ucraniana, respaldada por armamento americana, ralentizó sus avances. Con apoyo de sistemas como HIMARS, Ucrania recuperó territorios en Jersón y Jarkiv (2022), aunque el frente se estabilizó en 2023.
Ambos bandos enfrentan desafíos logísticos y humanos. Rusia movilizó reservistas; Ucrania depende de ayuda externa.
La Unión Europea y EE.UU. impusieron restricciones a bancos, energía y tecnología rusas, afectando la economía global (alza de inflación, crisis energética en Europa).
Países como Finlandia y Suecia solicitaron ingresar a la OTAN, mientras China e India mantienen una neutralidad pragmática, comprando hidrocarburos rusos con descuento, en otros aspectos la ONU reportó más de 8 millones de refugiados ucranianos en Europa (2023) y acusaciones de crímenes de guerra en ciudades como Bucha o Mariúpol, investigadas por la Corte Penal Internacional.
Rusia ha señalado a Occidente de usar a Ucrania como “proxy” para debilitar su poder. Critica la hipocresía de intervenciones pasadas (ej. Iraq 2003).
Denuncian la violación del derecho internacional y comparan la invasión con imperialismo soviético, se cuestionan la escalada militar y piden negociaciones, aunque sin avances concretos por desconfianzas mutuas.
El conflicto trasciende en una mera disputa bilateral: es un enfrentamiento entre visiones de orden mundial. Rusia busca impedir la erosión de su esfera de influencia, mientras Ucrania defiende su autodeterminación. La prolongación de la guerra depende de factores como la capacidad de resiliencia ucraniana, la cohesión occidental y la estabilidad interna rusa.
Una solución pacífica requeriría concesiones dolorosas para ambas partes, pero hasta ahora, la escalada prevalece sobre la diplomacia. El costo humano y económico exige una reflexión global sobre los límites de la realpolitik y la efectividad de las instituciones multilaterales.
Lo que se vio en la sala oval de la Casa Blanca fue una exhibición de poder que tiene E.U.A. Sobre su protegido Ucrania, y digo entre paréntesis protegido porque dejó claro entre líneas que el coste operativo e inversión del mantener a su aliado en el mapa competitivo de enfrentarse a Rusia, será de apropiarse de tierras raras para saldar su cuenta a los estadounidenses, “es lo justo, a cada estadounidense nos cuesta poder seguir manteniendo este conflicto”
No cabe duda que en esta ocasión doy la razón al Presidente Donald Trump, jugar con una tercera mundial es altamente peligroso, costoso, y que va de por medio muchas vidas.
Clase política de Mr. Donald Trump.
Aldo Suah Islas Ruiz.
Politólogo.