Oposición sin brújula: confunden reformas con autoritarismo

Columna de Suah Ruiz.
La narrativa que denuncia una “dictadura en construcción” por parte de Morena y la Cuarta Transformación omite deliberadamente el análisis estructural y los datos duros que sostienen que México sigue operando dentro de un régimen democrático con contrapesos funcionales, aunque en tensión.
Desde la teoría de la democratización (O’Donnell & Schmitter, 1986) hasta los estudios contemporáneos sobre populismo de izquierda (Mudde & Rovira Kaltwasser, 2017), se reconoce que los procesos de transformación institucional, particularmente en contextos de desigualdad, suelen romper con las formas tradicionales del liberalismo elitista sin convertirse necesariamente en autoritarismo. El caso mexicano encaja más en un proceso de reforma política disruptiva dentro de los márgenes democráticos.
Morena ha optado por reformar, no abolir, los equilibrios del sistema político: abre canales de participación directa, reconfigura órganos autónomos y somete el poder judicial a una lógica electiva inédita. ¿Pone esto en riesgo la institucionalidad? Sí, pero desde la óptica de riesgo democrático, no desde un régimen consolidado de corte autoritario (Levitsky & Ziblatt, Cómo mueren las democracias, 2018). El pluralismo sigue vivo: hay prensa crítica, oposición articulada, movilización ciudadana y reacciones institucionales ante abusos potenciales.
La crítica opositora, al insistir en la idea de un “Estado dictatorial” en construcción, incurre en hipérboles políticas que desinforman más que contribuyen al fortalecimiento democrático. Al reducir el debate a dicotomías simplistas —democracia liberal vs. dictadura populista—, omite los grises del cambio institucional legítimo, aunque incómodo.
Lo que está en marcha no es la anulación de la democracia, sino su tensión interna: una reconfiguración del pacto institucional con fuerte respaldo popular y claras resistencias, un momento de transición que requiere crítica responsable, no alarmismo. Como planteó Guillermo O’Donnell, la democracia no se fortalece solo con instituciones formales, sino también cuando los actores políticos son capaces de sostener el conflicto dentro del marco de la legalidad. Hasta ahora, ese marco, aunque reconfigurado, sigue en pie.
En este sentido, México está atravesando una etapa de “renegociación democrática” más que de instauración autoritaria. El reto no es frenar la transformación con discursos del miedo, sino asegurar que esta se traduzca en instituciones más eficaces, transparentes y justas, no en regresiones centralistas. Esa es la tarea real de la oposición responsable y de la ciudadanía crítica.
Aldo Suah Islas Ruiz.
Politólogo.